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Apuntes Para un Tratado de Cocotologia by Miguel de Unamuno, 1934 Revised Edition
 

In 1934 a 2nd edition of 'Amor y Pedagogía' was issued by Espasa-Calpe S A in Madrid. The new edition contained a new 'Prologo-epilogo a esta edicion' and a new 'Apendice' to the ''Apuntes para un tratado de cocotología'.

Transliterations provided by Juan Gimeno.

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The Prologo-epilogo

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Transliteration

Para ir a dar al público, a mi público, esta segunda edición de mi novela AMOR Y PEDAGOGÍA, me he creído en el deber —doloroso deber, como todo examen íntimo de recuerdos de vida y de muerte— de volver a leerla. Al cabo de más de treinta años. Pues la primera edición fué publicada en 1902 en la “Biblioteca de novelistas del siglo XX”  que dirigía en Barcelona mi amigo Santiago Valentí Camp y editaban Henrich y Compañía. Y después de haberla releído me he creído en el deber de escribir, a mi manera afanosa y acezante, este prólogo, que es a la vez un epílogo, resón de aquellos prólogo y epílogo que puse a la primera edición de ella.

¡Treinta años y pico! ¡Y qué pico más picoteador y hasta más picante! Más de treinta años han pasado por mí. No, no han pasado, sino que se me han quedado. ¡Y cómo! ¡Qué años de apretada vida natural, civil y espiritual, de historia mismo, en intimo monologo de desterrado. Y antes de remartarlo, una advertencia, y es que los Apuntes papr unatratado de cocotologia - vocablo que ha logrado cierto boga - nada tienen que ver con un tratado del modelado en papel que me comprometi a escribar - y en frances - en Paris. Las mas de las diversas pajaritas que ahora pliego y modelo - aguilas, patos, cisnes, cochinos, monos, focas, monstruos ... - no las habia inventado cuando plegue esos Apuntes. La inspiracion de ellas me vino despues.

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The Apendice

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Transliteration

Don Fulgencio, que sigue —pues inmortal— viviendo, sigue pensando escribir un extenso Tratado crítico comparativo de Cocotología racional en dos tomos, por lo menos, de unas cuatrocientas páginas cada uno, con su bibliografía —literatura le llaman en tudesco—, por supuesto, sus notas y notas a las notas, y con gráficas y todo. Todo el andamiaje, en fin, que tape el cuerpo de la obra e impida verla ensenta. Cosa seria y no esas cosillas de entretenimiento —a lo peor poesías y fruslerías así— a que otros se dan. Don Fulgencio se aternilla y se atornilla de seriedad.

Cierto es que aquel físico, fisiólogo y psicólogo que fué Teodoro Fechner —el de la llamada ley de su nombre— escribió, con el pseudónimo de Doctor Mist, un tratado de anatomía de los ángeles y otro sobre la sustancialidad de las sombras, pero eran tristes desahogos de un espíritu enfermo torturado por obsesiones anticientíficas. ¡Pobre Fechner! ¡Ir a caer en el humorismo! Es que el pobre, llevado de la soberbia de querer penetrar los misterios del último allende, no se conformó con ser un concienzudo pincharanas galvanizador de ciencia positiva.

Don Fulgencio, no. Don Fulgencio se dedica en serio a la investigación —investigación, ¿eh?— cocotológica, y me ha enviado el extracto de una monografía que prepara sobre un portentoso descubrimiento que acaba de hacer y es el de la aparición del sexo en la cocotta vulgaris, o pajarita de papel ordinaria. Y a seguida de ello va una nota sobre la visión cocótica del universo.

He aquí el extracto:

“Fué en un día fausto para la ciencia española —negada todavía por nuestros malos patriotas—, cuando me fué dado por Dios el poder descubrir la aparición del sexo en la pajarita.

”Si en su proceso embrionario, al llegar al segundo pliegue —cocota de costillas simples— se echan éstas hacia fuera, a modo dermatoesquelético, en vez de dejarlas dentro, se verá aparecer el sexo, primero indiferenciado y diferenciándose luego. Y es de notar, al ver que los sexos salen de las costillas, cuán profunda es la revelación del Génesis de que Jehová hizo de una costilla a Adán a Eva. ¡Siempre la ciencia positiva confirmando la Revelación!

”Si todas esas costillas superiores quedan libres, hacia fuera, sin pliegue alguno, resulta una especie de monstruo papiráceo, un andrógino o hermafrodita. O sea manflorita. Pero muy luego, por el replegarse de esas costillas exteriores, se originan el macho, con su nuez de Adán, y la hembra, con su papera de Eva. Sin que haya una fija línea divisoria entre ambos. La nuez de Adán puede achicarse hasta desaparecer y quedar el sujeto en neutro, y puede crecer hasta hacerse papera, pasando el macho a ser hembra, y si sigue en más hembra, en mayor papera, acaba en monstruo o manflorita. Y es de notar aquí si acaso esto de la nuez de Adán y de la papera de Eva no se deba en el proceso filogenético a que se les atracó la consabida manzana ¡paradisíaca.

”En el macho perfecto, como se ve en la figura 4, la nuez de Adán forma una protuberancia triangular cuya punta se halla a los tres cuartos hacia arriba de la línea que va de la punta del pie a la del pico, y de aquella punta parte una línea hacia la mitad del cogote, mientras que en la hembra perfecta —figura 3— se forma una papera trapezoidal cuyo ángulo libre, también a los tres cuartos de altura de la susodicha línea, lanza una línea hacia la coronilla. En el macho es el cogote el que rige la nuez adánica, y en la hembra es la coronilla la que rige la papera evaica. Dejo a los místicos y a los humoristas —que son lo mismo— que escudriñen, enquisen, pesquisen y requisen este simbolismo. La augusta seriedad de la ciencia investigativa no me permite distraerme en ello.

"Obsérvese que la cabeza del macho resulta más ensenta que la de la hembra, y su pico mayor y más robusto, y a la vez que las meninges de su cerebro son de doble pliegue, sin duda para soportar el pico de picar, mientras que en la hembra la cabeza se hunde en la pechera dejándole un piquillo de piar, y las meninges son de simple pliegue, menos complicadas, cual corresponde a cerebro femenino.

"Conviene que el estudioso no se limite a contemplar esas figuras, sino que coja papel, lo pliegue, e investigue por sí mismo, como en seminario o laboratorio científico, que otra cosa no es sino ciencia memorística o literaria, que es peor.

"Estos son, sobria y objetivamente expuestos, sin misticismo ni humorismo algunos, los hechos de mi hallazgo. Y no voy ahora a caer en la tentación, partiendo de esta diferenciación de sexos cocóticos, de entrar a divagar o extravagar, que no investigar, sobre la diferencia de los dos amores, el eros y el agape, la lascivia y la caridad. Porque ello me llevaría a campos peligrosos como es el del amor paternal y filial, de un lado, y el del amor conyugal, del otro. El de la entrega filial al Padre, el abandono a su voluntad soberana, base de la fe luterana, y el de la unión —desposorio o matrimonio— con el Amado, como en la contemplación infusa de nuestros místicos. Bien es cierto que Lutero, que empezó monje, célibe y solitario, se casó —y con una monja— para ser padre carnal. El cuerpo, como el alma, le pedía obras. También nuestra Santa Teresa decía: “¡Obras, obras, obras!” Es lo que piden los obreros parados —contemplativos y quietistas— , pero se conforman con jornales. Y basta de esto, que me he excedido de mi cometido científico y objetivo, y no es cosa de fechnerizar más.

”Mas antes de concluir este informe he de exponer lo que a base del descubrimiento de la triangular nuez de Adán y de la trapezoidal papera de Eva cocóticas cabe conjeturar que sea la visión y por tanto la contemplación del mundo que tenga la cocota. Es decir, su Weltanschaung, para mayor claridad. Visión y contemplación estrictamente cúbicas, pero no de un cubismo caprichoso y antigeométrico. Y voy a dar un ejemplo.

"Sabido es que la greca es la representación cubista del oleaje de la mar, reduciendo a ángulos —y ángulos rectos— la crestería de las olas, y que la hoy tan famosa cruz gamada o ganchuda, la svástica de los racistas de allí y de aquí, no es sino la reducción angular —y en ángulos rectos— de una imagen del sol que aparece en cipos funerarios formada por semicírculos que se cruzan. Pues bien, la cocota o pajarita de papel ve una puesta de sol en la mar como el acostarse de una svástica en una greca. Y adjunto va un dibujo en que se ve a la pajarita al pie de un árbol anguloso, contemplando el romperse la svástica en la greca” .

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Así termina la nota que de su gran descubrimiento me ha dado mi Don Fulgencio. Y con esto termino yo, por mi parte, este apéndice, porque si después del prólogo-epílogo de esta edición y el prólogo y el epílogo de la primera me doy a hinchar este apéndice, puede inflamarse y padecer esta obra de apendicitis, que es una de las peores dolencias que pueden aquejar a una obra científica o literaria. Es enfermedad para ellas tan mala como la de la cirrosis cuando el tejido conjuntivo se come al noble. Y me temo que si don Fulgencio llega a darnos su gran obra cocotológica no resulte enferma o de apendicitis o de cirrosis.

Concluyo, pues, antes de que se me agríe el humor y dejando este tono me avíe a otro en que vierta todo el asco que me producen los pedantes investigacionistas, que no investigadores. Tengamos la fiesta en paz, y ahoguemos en amor, en caridad, la pedagogía.

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